Cuando una piensa en psicología ambiental, únicamente le viene a la cabeza “conservación
del medio ambiente”. A lo largo de esta asignatura he aprendido que esta disciplina abarca mucho más. Conservar
el medio ambiente no solo es “reciclar y plantar árboles”, como desgraciadamente
muchos piensan, es ser verdaderamente
conscientes de que cada uno de nosotros tiene que aportar su granito de arena
para procurar conservar lo más limpio posible nuestro planeta, porque es
nuestro, y es nuestra responsabilidad
hacerlo, es el futuro que les dejaremos a nuestros descendientes.
Como venimos diciendo, la psicología ambiental se basa en el estudio de la relación del
individuo con el medio ambiente, dentro del cual, evoluciona. Las personas, por
lo general, no son consecuentes con respecto a las consecuencias que puede
traer consigo despreciar el entorno en el que viven. Son los pequeños actos,
como tirar un cigarrillo sin apagar al suelo, utilizar el coche cuando se puede
usar un medio más ecológico en distancias cortas, dejar el grifo encendido
mientras te lavas los dientes, el uso de desodorantes de aerosol en vez de
bolilla, tirar un envoltorio de plástico al contenedor de papel, encender una
luz cuando puedes aprovechar la luz natural, etc., todos estos
comportamientos son los que provocan a
la larga la aparición de efectos que deterioran el medio ambiente como son el
agotamiento de los recursos naturales,
la contaminación de la atmósfera y el agua, la lluvia ácida, la
desertización, las dificultades de reciclar, etc., y todos ellos, con fuerte poder catastrófico tanto a corto como a largo
plazo. Si
es cierto que no solo somos nosotros, como seres individuales, los que más
perjudicamos a nuestro mundo, sino que son las grandes empresas e industrias
que provocan una muy preocupante contaminación atmosférica y del agua, contaminación del suelo, contaminación
radiactiva, contaminación acústica, etc.
Pero esta asignatura no solo abarca este tema, sino que
también profundiza en las dos grandes líneas de investigación de la psicología
ambiental (psicología arquitectónica y psicología de la conservación), nos hace
ver como percibimos y nos apropiamos de los espacios, nos hace darnos cuenta de
la importancia que tiene la aplicación de espacios restauradores, nos ha enseñado qué tipos de mapas cognitivos
podemos crear en nuestra mente y cómo los representamos, también se ha hecho
cargo de instruirnos en el comportamiento urbano, de la importancia de los
hacinamientos; y lo más importante de todo, nos ha enseñado a reflexionara a
cerca de lo valioso que es tener actitudes y creencias pro ambientales y comportamientos ecológicos que ayuden al
buen sostenimiento de un desarrollo sostenible adecuado.
Por último, y para terminar, quiero puntualizar que, como
decían Thompson & Barton (1994) “a
pesar de nuestros valores a favor del medio ambiente, resulta difícil cambiar
nuestras conductas, especialmente si implica sacrificio o incomodidades”. Por
ello, creo que tenemos la obligación moral de enseñar a nuestras próximas generaciones,
desde pequeños, porque, como reflejé en
una práctica anterior, si los niños son capaces de identificar y solucionar
problemas ambientales en edad temprana, podrán continuar con ello en la edad
adulta y ser capaces de tomar decisiones, dando posibles respuestas a la
problemática que tenemos en la actualidad. Además es imprescindible que los
niños se sensibilicen con el medio y cojan hábitos sostenibles ya que el
concepto de Desarrollo Sostenible les afecta a ellos y tendrán que ser capaces
de racionalizar sus recursos para no comprometer a las generaciones siguientes.
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