lunes, 12 de enero de 2015

VALORACIÓN PERSONAL

Cuando una piensa en psicología ambiental,  únicamente le viene a la cabeza “conservación del medio ambiente”. A lo largo de esta asignatura he aprendido  que esta disciplina abarca mucho más. Conservar el medio ambiente no solo es “reciclar y plantar árboles”, como desgraciadamente muchos piensan,  es ser verdaderamente conscientes de que cada uno de nosotros tiene que aportar su granito de arena para procurar conservar lo más limpio posible nuestro planeta, porque es nuestro,  y es nuestra responsabilidad hacerlo, es el futuro que les dejaremos a nuestros descendientes.

Como venimos diciendo, la psicología ambiental se basa en el estudio de la relación del individuo con el medio ambiente, dentro del cual, evoluciona. Las personas, por lo general, no son consecuentes con respecto a las consecuencias que puede traer consigo despreciar el entorno en el que viven. Son los pequeños actos, como tirar un cigarrillo sin apagar al suelo, utilizar el coche cuando se puede usar un medio más ecológico en distancias cortas, dejar el grifo encendido mientras te lavas los dientes, el uso de desodorantes de aerosol en vez de bolilla, tirar un envoltorio de plástico al contenedor de papel, encender una luz cuando puedes aprovechar la luz natural, etc., todos estos comportamientos  son los que provocan a la larga la aparición de efectos que deterioran el medio ambiente como son el agotamiento de los recursos naturales,  la contaminación de la atmósfera y el agua, la lluvia ácida, la desertización, las dificultades de reciclar, etc., y todos ellos,  con fuerte poder  catastrófico tanto a corto como a largo plazo.  Si es cierto que no solo somos nosotros, como seres individuales, los que más perjudicamos a nuestro mundo, sino que son las grandes empresas e industrias que provocan una muy preocupante contaminación atmosférica y del agua,  contaminación del suelo, contaminación radiactiva,  contaminación acústica, etc.

Pero esta asignatura no solo abarca este tema, sino que también profundiza en las dos grandes líneas de investigación de la psicología ambiental (psicología arquitectónica y psicología de la conservación), nos hace ver como percibimos y nos apropiamos de los espacios, nos hace darnos cuenta de la importancia que tiene la aplicación de espacios restauradores,  nos ha enseñado qué tipos de mapas cognitivos podemos crear en nuestra mente y cómo los representamos, también se ha hecho cargo de instruirnos en el comportamiento urbano, de la importancia de los hacinamientos; y lo más importante de todo, nos ha enseñado a reflexionara a cerca de lo valioso que es tener actitudes y creencias pro ambientales   y comportamientos ecológicos que ayuden al buen sostenimiento de un desarrollo sostenible adecuado.

Por último, y para terminar, quiero puntualizar que, como decían Thompson & Barton (1994) “a pesar de nuestros valores a favor del medio ambiente, resulta difícil cambiar nuestras conductas, especialmente si implica sacrificio o incomodidades”. Por ello, creo que tenemos la obligación moral de enseñar a nuestras próximas generaciones, desde pequeños,  porque, como reflejé en una práctica anterior, si los niños son capaces de identificar y solucionar problemas ambientales en edad temprana, podrán continuar con ello en la edad adulta y ser capaces de tomar decisiones, dando posibles respuestas a la problemática que tenemos en la actualidad. Además es imprescindible que los niños se sensibilicen con el medio y cojan hábitos sostenibles ya que el concepto de Desarrollo Sostenible les afecta a ellos y tendrán que ser capaces de racionalizar sus recursos para no comprometer a las generaciones siguientes.


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